Momentos “déjame vivir, hijo mío”.
Se los quiere con toda el alma. De verdad. No hay cosa más hermosa que el amor de una madre hacia sus hijos. Pero hay momentos en los que sencillamente les dirías: “Déjame vivir, hijo mío”. Y es que no tenemos que olvidar que los niños, son precisamente eso, niños, pero pueden llegar a ser un coñazo. Sí, lo he dicho.
Si hace unos días hablábamos sobre los niños-satélite, esos que no se despegan de ti ni con cola, que orbitan a nuestro alrededor; hoy nos adentramos en los momentos en los que estos niños deciden aparecer, que suelen ser BASTANTES.

Los momentos “déjame vivir, hijo mío” son quizás los más desesperantes para los padres. Algunos más que otros.
1- El baño. Un clásico. Yo he llegado a inventarme que necesito ir al baño para tener diez minutos libres, pero nada. NADA. Ahí siguen detrás de la puerta explicándote el último truco de magia que ha aprendido.
2- Trabajar. Los que tenemos/queremos trabajar en casa, ya sea por la situación del confinamiento o porque sí, tenemos un problema. GORDO. En general los niños menores de 8-10 años no entienden el concepto “cariño, ahora NO”. Estáis en casa, y con eso vale. lo peor es cuando se cuelan en las vídeo llamadas. O los más pequeños, cuando se obsesionan con el teclado (o el mouse) y hacen lo posible por boicotearte.

3- Hablar por teléfono. Todo parece estar bajo control, decides irte a la algún sitio fuera del alcance de tus pequeños niños-satélite para hacer esa llamada que quieres hacer desde hace tiempo. entonces ¡pling! escuchan tu voz. El otro día me llamó una buena amiga para darme malas noticias, malas de verdad. Uno llorando y el otro quejándose que no oía la tele porque su el otro lloraba. Un puto drama.
4- Colgar una lavadora. Absurdo ¿verdad? Yo tengo el típico tendedero que se dobla, y al pequeño le parece lo más Cada vez que intentaba colgar la ropa se metía por debajo e iba tirando las cosas que voy colgando. Ja ja, ja. Qué majo. Ahora hago lavadoras cuando hace la siesta.
5- Sexo. Sí, sexo. Y es que algunos bebés, aun cuando ya están durmiendo en su propia habitación, tienen una especie de radar. No sé cómo funciona, pero cuando eran más pequeños, era intentar ponerse al lío y el crío empezar a llorar. ¿En serio? ¿EN-SE-RIO?

6- Los momentos mama-mama-mama-mama-MA-MA. Estos momentos se dividen en dos.
-1. Cuando son más mayores, porque se piensan que sencillamente eres la puta criada que a la que abran la boca irás corriendo a decirle “¿qué es lo que deseas hijito mío de mi alma?”. Si tienes dos piernitas, levanta y ven a decirme lo que quieres, majete.
-2. Cuando son bebés porque quieren atención. Puedes estar delante suyo mirándolo (hola, te estoy prestando atención) que ellos siguen a grito pelao llamándote. A GRITO PELAO, como en las películas. Una amiga me dijo que es porque hay una edad (el mío 20 meses) en la que descubren su voz y les encanta escuchar sus propios gritos. Perdona que ponga en duda esta teoría, Natalia. Al menos en mi caso.

Como estos, hay mil y un momentos, pero estos son quizás los que más me desesperan. ¿Cuáles son los vuestros?
PS: Fijaros que puede ser agotador repetir cien veces que hagan los deberes, que se vistan para ir al cole, que recojan su habitación, que es hora de irse del parque, pero si os fijáis. Pues esos, serían SUS momentos “déjame vivir, mamá”. Ahí lo dejo.
Genial y realista tu entrada, además de que tocas un tema que socialmente es negado y es el hecho de que los hijos cansan a sus padres (en especial a las madres). Todavía no nos salimos del paradigma de la abnegación.
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¡Muchas gracias! La verdad es que es liberador poder hablar de éste tema. Me gustaría que los padres y madres no se sintieran mal por tener estos sentimientos. Somos personas, no nos hace peores padres. Espero que estés bien. Nos vamos leyendo 🙂
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